Siento que poco a poco un niño hambriento se va comiendo mi cerebro, lo percibo atragantándose, y él, sin buenos modales lo come y sonríe, saciándose de mi lunática incoherencia; me pregunto si sabe bien, debe saber a inhumana inconsciencia...
Puedo abrirme el cráneo con un taladro y saludarlo con emoción, pero no lo hago, mientras tanto solo le digo con un leve susurro mental, similar a un soliloquio: buen provecho y buena indigestión, pequeño caníbal glotón.
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