Ayer, 15 de Agosto, fue el día más feliz de nuestra historia.
Nos dijeron que debíamos oír importantes noticias.
Fuimos, las ruinas, a la estación en ruinas donde se había colocado un altavoz.
Cementerio en marcha, momias conciudadanas cuyas vendas abría la necesidad animal de saber qué es lo que pasa, por qué se resucita.
Apoyándose en las hijas los que se quedaron sin ojos, en muletas los que no tuvieron hijas.
Entonces escuchamos.
Era el emperador, hablando.
Era la voz del emperador, él mismo, hablándonos a hombres tan comunes como nosotros, tan increíblemente comunes que nunca la habíamos escuchado.
Podíamos oírlo, voz en persona, por primera vez en cuatro dinastías.
Cuando nos dimos cuenta, estábamos llorando.
Creo que nunca volveremos a tener tanta alegría.
Hablaba de los que nos había sucedido y ya sabíamos pero gracias a tanta destrucción lo estábamos oyendo.
Oh maravillosa bendición haberlo merecido.
Estamos satisfechos de tan voraz sacrificio.
De Hiroshima Mon Amour, Jorge E. Adoum, 1968
Extraigo este poema de las páginas del viejo Jorque Enrique , idolatrado poeta de este nihilista oxidado por ocasos, y las extraigo por que a mi parecer representan una amenazante intuición que viene creciendo en mi distorsionado pensamiento. Veo al hombre cada día, en cada calle y hasta en un espejo. Lo veo y sé que es un animal conciente de sí mismo, y como tal, sujeto a caer - creer en vanas ilusiones y falsos títulos, todo finitos, que fuera de sí no representan nada, que dentro de ellos son absurdidad e ignorancia, de gigantesca pequeñez. Solo puedo reír con sardónica gracia cuando escucho a ud decir: su excelencia el emperador, su excelencia el presidente, mientras pienso en su excelencia el homo sapiens, sapiens desnudo, trigo de lobos, aspirante a cadáver, fanático de la nada ...Nunca he sentido tal nivel de devoción hacia una persona, y no sé si hubiera estado satisfecho con el voraz sacrificio, tal vez es digno de admiración aunque por ahora solo provoca en mi cierto espanto, esto, el saber de que basta con una nimia ilusión para seguir andando... y agradecido, solo puedo reír.
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