Nunca encuentro palabras, una cierta vacuidad mental ataca cuando quiero escribirte, estoy hastiado. Uio llego a morir en cada uno de sus edificios y plazas, tu ausencia se llevo el sol y le quito la vida a esta delgada ciudad que sigue indiferente, como si nada, corriendo día tras noche, viviendo vehemente bajo nubes marchitas. Y esos, los simios que la habitan, corren y corren tras su irónica agonía, y todo me asquea bajo la luz del día, es decir, una extraña condición de animal nocturno se ha apoderado de mí. Solo soy un divagante feliz en la noche, cuando el confuso etanol de un vodka suicida me pierde entre calles laberínticas pintadas de irrealidad, y solo percibo realidad tras el recuerdo de tu perfume, aroma de ayer, y solo, estoy solo, ebrio de espectros . Al final, parece que la ciudad dejo de correr solo para mí, para este inconcluso animal que extraña, que te extraña…
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