sábado, 4 de septiembre de 2010

Frío

El frío viento desgarra la carne de mi rostro, corre veloz, libre. El motor de un tractor interrumpe por un instante el silencio de milenios y el lodo, el negro barro, salta alegre ensuciando mis botas. Abro los ojos, estoy en la montaña, veo pantanos, nubes que bailan a mi alrededor, como si espiaran al homo sapiens que se atreve a visitar su inhóspito santuario olvidado. Y sé que soy un invasor. De repente un satori me deslumbra como un rayo de sol. El tiempo, ese anciano de arena, solo corre en los lugares donde las manos de el hombre se labran un destino, aquí en medio de montañas y nubes... el tiempo no ha pasado; como en el principio de los días y las noches, todo está igual…es el eterno paraíso. El aliento de muerte se va conmigo a toda velocidad, en un tractor.

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