Y la pisó... con sus zapatos de muñeca malcriada. La pisó apenas con la punta de sus zapatos, como si aquel cadáver mínimo, rayado de negro y amarillo, fuera a manchar la zuela de aquellos feos zapatos.
Un día llegará el asesino de moda, entrará a su cuarto y mirará de reojo los zapatos rosas, "los más feos que ha visto en su vida" (pensará).
Desenvolverá ese cuchillo de plata y se lo clavará en el pecho. Lo sacará con cuidado, con la punta de los dedos, como si no quisiera mancharse de esa sangre, los guantes de látex de 25 centavos.
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