La vieja jaula de huesos coronada por una gris calavera sonriente, contra y sobre un muro, debía ser el amargo vestigios de un antiguo escritor que ignorado y casi invisible se iba convirtiendo en polvo en una céntrica calle de la ciudad.
Y entre sus cadavéricas manos la encontré, vieja, descolorida e ignorada . Era Remington, una maquina de escribir con ojos en lugar de teclas y lágrimas como mágica tinta que había plasmado letras inertes sobre viejas hojas marchitas y las leí, atraído por una curiosidad autómata: "caminen e ignoren mi presencia, por el resto de los días", lo que se cumplía con maquinal precisión.
Absorto, había suspendido toda marcha sobre la vereda y escribí, con emoción profana: "salten" y tras una leve canción de teclas, ellos saltaron. "Olviden" y los vi confundidos sin pasado...
Y escribí una historia de días repetidos bajo los rayos de un mismo sol y ellos los viven, inconscientes, sin saber que yo los he escrito...son felices y tristes en el lento divagar de su letargo que no conduce a ningún lado.
Ni un día, ni una hora, ni un minuto ha pasado desde aquella tarde cotidiana. Y en sus cabezas han pasado años. El mismo sol se burla de ellos, se contagia de mi risa. De una leve sonrisa, por que no sé si todavía existo...
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