Las calles son similares a laberintos oscuros que se dejan invadir de luz dorada en cada esquina, laberintos de sombras donde es imposible distinguir el tenue límite entre la realidad y la ficción. Los arboles son titanes de hojas verdes, de silencio agua nocturna. No dicen nada y está bien.
Llego a un cine, me siento a fumar y el primer abismo, único e irreverente, con un vaso de vodk se acerca a conversar. De la nada, de todo, del último asesinato que sorprende pero no conmueve a la ciudad.
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