El tic-tac implacable va marchitando mis vanas esperanzas y me pierde en un terrible laberinto de espejos sin reflejos, donde un inútil eco se ahoga en el suave silencio y la razón se disfraza de estrambótico desprecio, bajo un cielo de cuchillas pálidas, en una ciudad que se devora a sí misma y a sus parias criaturas pálidas...
ansiosas hormigas, comida de gusanos.
Siendo profanos desterrados...un paraíso perdido recordamos
Tras el finito suspiro de un ahorcado...la gloria eterna vislumbramos
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