Estas palabras, ideas fragmentadas unidas al azar, se abrieron paso a través de mis huesos, rompieron mi cubierta una noche en el callejón vacío de un barrio perdido. Entre ruinas republicanas y testigos mudos mirando(me) desde afiches de películas en aquel refugio que es ocho y casi nueve…
Sonrisas sin eco, rebote sin ruido, despierto contigo...
Y los días corren como caballos desbocados hacia la noche, dejando abismos, ahondando en el enigma camuflado en sombras de recuerdos perdidos…en el olvido.
En esta oscuridad de dioses intoxicados (con pastillas de inmortalidad) me enamoré de Carla y su voz, de Carla y su reflejo mojado, de Carla y sus abuelos inmortalizados (extintos…)
En esta noche inundada de gotas oscuras estaba extasiado en el amarillo dorado. Postes, veredas, árboles fusilados. Sonrisas, café, mujeres divagando. Preparen, apunten, fuego… y ellos son dos Fantasmas que claman en el viento solitario del desierto, desde los 35mm de una cinta.
La sonrisa de Carla es una chispa de inmortalidad, hundiéndose en la corriente del río, extinta en el profundo azul del Pacífico.
“Traigo enredada en el alma vida y una tristeza”
Al final, toda causa marchita renace delirante de las cenizas, cansada de su otoño corre con el viento en círculos de polvo, siendo primavera.
Y la noche no se va, sigo mirando hechizado…
Y la noche no se va, sigo mirando hechizado…
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