miércoles, 7 de abril de 2010
Coincidencia.
Te estás riendo con un muerto, de un tal Fakir que es miope y termina su vida en la sucia habitación de un hotel con una gillete y un rayo de sangre pintando la pared. Dialogas con un escritor quiteño ya muerto, te ries y asientes, oh si. Y de repente recuerdas a Horacio Oliveira conversando con otro muerto sin lograr interesarse en ningún vivo. Lo imaginas en un café de París, comprendiendo que Argelia se puede ir al carajo y que el cielo solo existe al final de un juego de niños llamado Rayuela. Es una rara coincidencia aislada del tiempo y el espacio, solo situaciones unidas por un libro y un recuerdo imaginario. Y al fin entiendes tu condición esteparia y esta perdición solitaria...
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