Hablo de individuos, meros prisioneros, en el más grande sueño de Marx. Sueño o pesadilla, lo mismo da. El aleman es un profeta de una religión de progreso; progreso que como cronos no duda en comerse a sus hijos. Religión hecha de fosos, de amplios fosos, para y donde esconder a los muertos. A esos cuerpos sin alma, habitantes del más bárbaro progreso. Seguiré repitiendo la palabra progreso hasta que se entienda de que enfermedad adolece nuesto tiempo. Progreso. Progreso. Progreso. Un grito velado recorre las metrópolis del hombre. Busca escapar. Hundirse en la sensatez hasta encontrar la insania.
jueves, 31 de marzo de 2016
Reforma tributaria.
Voy a empezar esta divagación aclarando ciertos puntos, no fumo, sólo tomo alcohol cuando me encuentro con mis dos mejores amigos, es decir, ahora que latitudes nos separan una vez cada tres meses si tenemos suerte. Consumo muy pocas bebidas azucaradas y, sin embargo, los nuevos impuestos que Impone (con mayúscula inicial) la reforma tributaria me causan cierta desazón. Sobre todo malestar. Digna Indignación.
Alianza País, el partido, esa nefasta ficción, proclama su apoyo a la reforma tributaria Impuesta por su caudillo. "...para el Incremento del impuesto al cigarrillo, bebidas alcohólicas y azucaradas que va en beneficio de la salud del pueblo ecuatoriano". De pronto el caudillo extiende su mano con altruismo. La imposición es por nuestro bien, por nuestra grata salud. Luego de nueve años de dionisíaca borrachera él, el gran protector, ha decidido que es hora de preocuparse por nuestra salud.
Cada gobierno totalitario ha sido muy eficiente en darle vueltas al lenguaje, en disfrazar las intenciones, en convertir a las víctimas en culpables. Señores, el pueblo no es cojudo. Sabemos que el caudillo maneja el timonel de nuestra ilusoria barcaza en medio de la llamada "tormenta perfecta" que ni siquiera un título de phD le ayudó a prever. El gobierno, falto de liquidez, endeudado, con empresas públicas carentes de fondos, necesita dinero. Por respeto al pueblo ecuatoriano se debería decir la verdad, aceptar la crisis económica, no jugar, sobre todo no jugar con nuestra inteligencia al querernos hacer creer que el gobierno resuelve promulgar estos nuevos impuestos por razones de salud pública.
Es lo que indigna. Es lo que molesta. En suma es lo que jode. Esa intención que raya en la petulancia, en el desprecio hacia el pueblo para hacerle creer que cada nuevo impuesto es por su bien. Al final, la república será salvada por los impuestos que paga el pueblo, que no afectan a políticos blindados con sueldos de jerárquico superior y mucho menos a ficciones revolucionarias que intentan imponer su dominación mediante el engaño.
Ya basta.
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