De aburrimiento y soledad se disfraza el inútil ocaso de esta ciudad atestada de nubes grises y de aceras viejas, de ilusiones muertas. Conduzco un viejo auto a velocidad constante , ilusorio vaivén, terca mecánica de combustión asfixiante. Estoy encerrado, preso, cautivo en una zanja que escurre sangre y vomita hombres. Quito...ausente, bella, maldita.
Los veo caminar y en mi cabeza una leve canción de feria susurra y delata la falsedad de los que caminan sobre el aire, dopados, absortos, adoctrinados...Quito, infierno de calles estrechas y gotas intoxicadas de nada.